La mejor forma de celebrar los 40 ...

... con los amigos.

El fin de semana de mi "cambio de prefijo" nos hemos juntado los amigos en 2 casas rurales de La Vega del Codorno (Cuenca). La razón principal era ir a ver a nuestra amiga Ana y aprovechar para pasar un fin de semana juntos todo el grupo de amigos de la Residencia (de nuestra época de Universidad), pero además coincidió que era mi cumpleaños.

La Vega del Codorno
La Vega del Codorno
Allí llegamos Montse con su hermana Belén, Marian, Mar, Conchi y Belén. Estos hubiéramos sido todos si esta "quedada" la hubiéramos hecho justo cuando terminamos la Universidad (bueno quizá alguno más que este fin de semana no ha podido venir), pero 16 años después se nos han unido al grupo nuestras correspondientes parejas Gema, Jose Ramón, Pedro y Enrique y la segunda generación (los peques): Noelia, Claudia, Enrique y Alberto.

Una vez presentados todos, pasemos al lugar: La Vega del Codorno. Quizá mucha gente haya estado allí y no lo recuerde aunque sí se acordará de su visita al nacimiento del río Cuervo, uno de los parajes más bonitos de la Serranía de Cuenca. Pues en este pueblo, de no más de 80 habitantes en invierno y con una temperatura media de 0º en la estación más fría, es donde se encuentra el nacimiento del Río Cuervo.

La comida en el bar "El Rincón"
Desde Tomelloso, Consuegra, Madridejos, Daimiel y Madrid salimos el sábado por la mañana los diferentes componentes del grupo, camino de la casa rural El Sabinar.
Fuimos llegando cerca de medio día a nuestro lugar de encuentro: el bar "El Rincón", donde la madre y las hermanas de Enrique nos habían preparado una comida para chuparse los dedos: Garbanzada con langostinos y costillas adobadas.
Cada vez que llegaba un coche era un jolgorio general, besos, abrazos, -¡cuánto tiempo sin verte!- y los niños haciéndose amigos en 2 segundos. Con el último coche, donde llegaba Montse "la más joven del grupo", llegó también el confeti y un cumpleaños feliz.
Una vez sentados, aunque no relajados, dimos buena cuenta de la comida y nada más terminar el café, salimos todos camino del bosque en busca de setas.

Preparándonos para ir a recoger setas
Preparándonos para ir a recoger setas
Recogida de Setas
No os puedo decir el sitio exacto donde nos llevaron porque creo que sólo los lugareños lo conocen y además nos metieron a todos en dos todo terrenos, algunos colocados en la perrera, pasamos por caminos intransitables, derrapamos en las pistas de tierra embarradas y casi atascamos en alguna ocasión.
Habíamos cogido 3 cestas para guardar todo lo que recogiéramos, y nada más llegar parecía tarea fácil, había setas por todos lados. El problema surgió cuando descubrimos que ninguna de las que se veían eran comestibles y las que de verdad se podían comer estaban tan escondidas que los neófitos en el tema ni las veíamos. Sólo Enrique y la pequeña experta Noelia (6 años) las veían entre las ramas y el musgo. Si no hubiera sido por ellos nos hubiéramos vuelto con las manos vacías.

Cervecitas en el restaurante de La Tejera
A  la vuelta, y antes de llegar a las casas rurales, nos pasamos por el bar-restaurante La Tejera, justo enfrente del estacionamiento para ir al Río Cuervo. Allí Luis, el hermano de Enrique, nos puso unas cervecitas con queso manchego y unas rodajitas de chorizo de ciervo que nos encantó. Tanto fue así que al día siguiente, cuando ya nos veníamos de vuelta, paramos a compramos un queso semicurado, un chorizo y un salchichón de ciervo.
La verdad es que se estaba muy bien en el restaurante, todo de madera, con la chimenea encendida y con el contraste de los 5º C que hacía fuera. A más de uno nos hubiera apetecido seguir allí toda la noche, al lado de la chimenea con cervecitas y pinchos.

Cabañas rurales el Sabinar.
Sobre las 8 de la noche, llegamos a las dos casas rurales que habíamos alquilado. Los 12 que íbamos a pernoctar nos distribuimos entre las dos casas, pero pusimos todas las provisiones en una de ellas, que se convirtió en el centro de operaciones.
Una vez instalados, nos juntamos todos para cenar. Pusimos en común lo que cada uno había traído y nos encontramos con: empanadas, hojaldres, tortillas, pistos, paté de hongos, queso, patatas fritas, tartas, cervezas, coca colas, fantas... Eso parecía un banquete real, no una cena para 14. Por si hubiera poca comida, Gema cocinó las setas que habíamos cogido con un poco de jamón, ajo y vino blanco.
Mientras se preparaba la mesa, los hombres del grupo, Jose Ramón, Pedro y yo, fuimos a por algo de leña para encender el fuego.
Encender un fuego es más difícil de lo que parece, pusimos primero la paja, luego las cortezas y por último la leña. Le dimos fuego, pero el humo era un poco caprichoso y no quería salir por la chimenea, pero sí para el comedor. Cuando la paja se quemaba, el fuego decaía y el leño no prendía. Allí estábamos los tres "expertos", supervisados por Belén desde el sofá, y el fuego que no quería encender. No podíamos permitirnos que llegara Enrique y reconocer nuestra derrota. Al final, no sabemos por qué y después de casi tirar la toalla, un leño prendió y por fin el fuego se hizo.
La cena fue un escándalo, los niños revoloteando y jugando por todos lados, los mayores dando buena cuenta de todo lo que había en la mesa y quitándonos la palabra unos a otros para contar alguna historia, aunque siempre Ana terminaba imponiéndose :-)
Poco a poco los peques iban teniendo sueño y Enrique tuvo que coger a la Noelia y a Enrique y llevárselos a acostar. Lo mismo pasó con Claudia y Alberto.
Pasamos a los Gin Tonic y los cubatas, pero en vez de comenzar la fiesta Pedro nos hizo bajar la voz y nos dejó en penumbra; la idea era hablar bajo para que no se despertaran los peques. ¡Qué diferencia a cuando teníamos 20 años! En este punto de la noche era cuando comenzaban las voces y la música alta...
Llegaron las 2.30 de la madrugada y poco a poco íbamos decayendo, por lo que decidimos irnos a dormir, porque a la mañana siguiente a las 8.00 nos iban a despertar los niños.

El desayuno del Domingo.
Como era de esperar sobre las 8.00 de la mañana comenzó el movimiento. Habíamos quedado a las 9.30 para desayunar, pero antes de que llegaran todos, Pedro y yo decidimos ir a por más leña e intentar encender el fuego. Si encender el fuego la noche anterior fue una odisea, esta vez fue peor. El día estaba nublado, chispeaba y el fuego no quería tirar. Después de varios intentos y con algún que otro manchurrón de hollín en la ropa, lo conseguimos.
Sobre las 10.00 de la mañana ya estábamos todos en la misma casa, sentados a la mesa dando muy buena cuenta del bizcocho de chocolate que nos había preparado Mar para desayunar.
El día lo comenzamos riéndonos. Jose Ramón nos contó cómo se le había alargado un poco la noche, debido a que cuando llegaron a su cuarto se sentaron en la cama y esta cedió, terminando con las posaderas en el suelo. Tuvieron que cambiarse de cuarto, porque el somier de su cama había cedido y quedó destrozado.

La cueva de la Vega del Codorno
La Cueva de la Vega del Codorno
Después de desayunar y de recoger un poco, nos fuimos hasta la casa de Ana, donde habíamos quedado para subir hasta la Cueva.
La cueva está situada en la ladera de la montaña y se puede subir andando desde el barrio de la cueva. El camino sale por detrás del Ayuntamiento y te sube hasta el enorme agujero que hay en la roca en mitad de la montaña. Allí todos los años por Navidad, los habitantes de la Vega representan un Belén viviente, que espero algún año poder ir a ver.
Llegados a la enorme cavidad que la naturaleza ha ido formando a lo largo de los años y nos preparamos para entrar en la gruta. Grandes y pequeños nos adentramos en la oscuridad alumbrados por las linternas que habíamos cogido. Tras unos 20 metros de camino empezaron a aparecer las primeras filtraciones de agua, que producían grandes charcos en el suelo. Parte del grupo se tuvo que volver porque no llevaban el calzado adecuado, pero el resto continuamos hasta "La cocina", un gran ensanchamiento, con una altura de unos 20 metros y donde se pueden ver las formaciones calizas que se han ido creando a lo largo de los años.
La gruta continuaba un poco más, hasta llegar a una zona que estaba totalmente inundada, lo cual nos impidió seguir avanzando. Por tanto, los últimos 3 expedicionarios que quedábamos (la pequeña Noelia, Jose Ramón y yo), nos tuvimos que volver.
A la salida de la gruta estuvimos haciendo unas fotos del grupo y disfrutando de las vistas que, desde lo alto, se tienen de toda la Vega.
Además, Ana nos enseñó cómo un incendio hace 2 años había destruido parte del bosque de la sierra.

Camino del nacimiento del Río Cuervo
El nacimiento del Río Cuervo
Después de bajar de la cueva, todo el grupo nos distribuimos entre los coches y nos fuimos al nacimiento del río Cuervo.
Fue un paseo muy agradable hasta donde se encuentra el salto del agua. La pena es que cuando llegamos casi no había agua, lo único que pudimos ver fueron pequeños chorritos filtrarse entre las plantas.
En ese punto empezó a chispear y parte del grupo se bajaron hasta los coches y quedamos con ellos un poco más tarde en un bar para probar el "morteruelo". El resto seguimos subiendo hasta donde está el nacimiento del río. Una especie de piscina natural, donde el agua sale de entre las rocas y a partir de ese punto va bajando produciendo la cascada.
Desde el nacimiento bajamos hasta los coches por un camino diferente al de subida, que te llevaba por un bosque bordeando el río.

La comida.
Nos reunimos con el resto del grupo en un bar cercano, donde habíamos quedado para probar un plato típico de la zona: "el morteruelo". Es una especie de pasta elaborada con hígado de cerdo, carnes de caza guisadas, pan y especies. A mí me gustó, pero no todo el mundo comió.
Para que me gustara el morteruelo creo que influyó bastante el hambre que tenía después del paseo por el río Cuervo; tenía también un poco de sed y hacía frío. Si todo lo anterior lo juntamos con una cervecita fría y una estufa que nos hizo quedarnos en manga corta, creo que hizo que la "experiencia" morteruelo me pareciera fantástica.
Después del aperitivo, volvimos a las cabañas, donde habíamos reservado en el bar de Fito para comer.
Por no romper la dinámica del fin de semana, la comida fue contundente. Algunos platos que se veían en la mesa eran: hartatunos, alubias, chorizo blanco a la cazuela, solomillo de cerdo y entre tanto manjar alguna que otra ensalada perdida. Y para terminar Gema recordó que nos había sobrado una tarta, así que me acerqué a por ella al frigorífico de la casa donde estábamos, pedimos un cuchillo y una paleta y nos la repartimos con el café.

Con este buen sabor de boca terminó nuestra estancia en La Vega del Codorno, sólo nos quedaban las "despedidas", los "tenemos que volver a vernos pronto y organizar algo parecido" y los "no se os olviden enviar las fotos".

Muchas gracias a todos por este fin de semana tan maravilloso y espero volver a veros a todos para celebrar los 80, aunque entre medias organicemos alguna otra quedada.

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